26 diciembre 2013

Cuando leo poesía

Cojo el libro y hojeo el índice, las dedicatorias o el prólogo, me estoy preparando para empezar a leer. Y me entra un escalofrío, una especie de emoción ante lo desconocido. En el fondo me pasa con cada libro y con cada historia, pero está acentuado cuando leo poesía. Y empiezo a leer esperando que me sorprendan, más bien que me mantengan en ese estado inicial de sorpresa. La mayoría lo consigue, otros no tanto.

Aquí mi particular selección de poemas de Señor de los balcones de José Luis Vidal, que no me ha gustado tanto como Casi de Rodrigo Manzuco (del que os hablaré en otra ocasión):

BAJO EL MAGNOLIO

El día
ya era
un abierto
y amable 
paraguas
sobre
mi cabeza.

El sol
se apoyaba
en la fuente
como una 
pajita
en su limonada.

(...)

BAJO LA CAMA

El sol
era un blando mastín
que se dejaba empujar
y que enseñaba los dientes,
cuando tú y yo nos reíamos
bajo la cama 
y nuestros padres
ponían precio
a nuestras cabezas.

CODICIA

Decididamente
haré mi vida
en este banco
y una a una
contaré 
todas las horas
que, brillantes,
tú me des,
como el avaro
despreciable
que acaricia 
sus monedas.

TU SOMBRA

Tu sombra:

una pequeña noche
levantada en la noche,
que no puede dormir;

una mirada humilde
del perro que desprecias;

una mano tendida
del mendigo al que ignoras.

Tu sombra:

ella es lo tierno,
lo sin hacer,
lo que está vivo para nada;
tu sin luz,
tu no tú;

tu igual
cuando no te levantes.

Y ahora solo de versos sueltos: "... belleza, ten piedad de mí...". de Emily Dickinson. ¿Y qué me decís de "así, a contra luz" (PIAR CAUTIVO)? 


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