17 noviembre 2012

Introspección


Me equivoqué al odiarte:
no era a ti, mi gorda
adicta al chocolate
que me mira en el espejo,
contra quien tenía cargos.

Pensándolo despacio,
no me hubiera dolido
que falles otra vez
en aquello y lo de más lejos.

No necesito perdonarte
la timidez y el miedo,
y no me pareces fea
cuando te salen granos.

Ahora sé que odio
a una persona diferente:
alguien que no existe
pero que actúa como si
viviera.

Me refiero a la perfecta-
mente imagen que
me he forjado de mí misma.

Sí: la sonriente, sobria,
templada y divertida.
La que controla todo
tipo de situaciones límite.

En una palabra: la que no soy,
y- Dios mediante-
espero no ser nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Cómo termina esta historia?