25 septiembre 2012

De Amicitia-Friendship-ДРУГ

Hola,

¿Qué tal estás? Te pido perdón, porque una vez más lo he vuelto a hacer... Lo sé, te prometí que cambiaría, que no iba a volver a hacerlo. Que quieres que te diga: también es un poco culpa tuya, ¿por qué no me lo recordaste? No es que quiera excusarme, pero al final, en la despedida o cuando me paro a pensar en nuestro último encuentro, me doy cuenta de que solo hemos hablado de mí: todo lo que tú empezabas a contarme, lo he relacionado con sucesos de mi vida, y te he interrumpido para compartir contigo mis ocurrencias. Al cabo de ¿una hora?, ¿dos?, ¡las que sean!, soy consciente de que, ególatra, solo hemos tratado de mis temas y preocupaciones. Ahora, más serena, y pensando más despacio, caigo en la cuenta de pequeños detalles que has intercalado en mi monólogo, y por primera vez te miro como a ser humano idéntico a mí, calando tus problemas (que también los tienes y gordos), empapándome de tus alegrías (que te las mereces, por buena persona), y se me ocurren mil consejos que darte para solucionar las dudas que te acucian. Pero una vez más, es demasiado tarde: ya te has ido camino de tu casa, y estás puede que a kilómetros de distancia, aunque gritase a tus espaldas no me oirías... Las nuevas tecnologías tampoco lo han puesto fácil, estarás conmigo en que un sms, un Whassapp, un privado de Facebook o Twitter, o un e-mail extenso, no es lo mismo que vernos las caras. Ni siquiera que una llamada telefónica, aunque sea por Skype. ¡Odio quedarme con la sensación de que me he quedado corta! Mucho me temo que aunque mejoremos, esto es inevitable y que forma parte de la palabra "amigo". Sí, la podría definir así: "el que siempre se queda corto".

1 comentario:

¿Cómo termina esta historia?