17 noviembre 2011

Pensamientos de ventisca


Ciego el espíritu enrollado
en una manta de ceniza.
Arrinconado en un cajón
yace el olvido eterno,
que nunca despertó.
¡Y se levanta con furia!,
cual cuchilla viva
que corta en lo más vivo,
arrancando esquirlas de recuerdos
que no fueron.
Enmohece el silencio
atrapado en mil palabras
que no se pronunciaron,
y suena a metal desafinado
que llamara a la batalla,
aunque nadie la oyó.
La tapó el vacío
que ocupa y llena el lugar,
en lo hondo,
donde el reloj no toca campanadas.
Y yo, condenado por culpable,
como todos los demás,
preguntó si sirvió de algo.
Pero cuando me hallen otra vez,
cuando abandone la última brasa
que aún vibra,
habrá un grito en todo yo.
Porque el sol, una vez,
salió por el oeste
y el viento segó los campos
con su aliento.
Porque el mar arañó la tierra
queriendo abrazarla,
y al final venció lo pequeño.
Porque desde los picos más altos
se oye la mañana
y porque aprendí a respirar lluvia.
Y cuando la luna dibuje su sonrisa
sabré que piensa en mí,
¡porque fui fuego, fui relámpago, fui vida!
Pero no intentes alcanzarme
que ya estoy lejos.

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